Los visigodos fueron uno de los llamados pueblos germanos o bárbaros. Provenían ori- ginariamente del norte del valle de Danubio, pero en el siglo IV la presión de los hunos hizo que penetraran en las fronteras del Im- perio romano. Finalmente, el emperador Ho- norio permitió que se establecieran al sur de la Galia como aliados. Allí crearon el Reino Visigodo de Tolosa.
En el año 409 suevos, vándalos y alanos aprovecharon la debilidad del Imperio para ocupar Hispania. Los suevos se asentaron en la Gallaecia, los alanos en la Lusitania y la Cartaginensis y los vándalos en la Bética, desde donde estos últimos pasaron al norte de África. Cuando Roma quiso expulsar de la Península a estos pueblos, llegó a un acuerdo con los visigodos, que actuaron como un ejército federado (este acuerdo o pacto recibía el nombre de “foedus”). A prin- cipios del siglo VI, los visigodos, tras ser de- rrotados por los francos, abandonaron la Ga- lia y se instalaron definitivamente en Hispa- nia, donde se creó el Reino de Toledo. Los visigodos, a pesar de conquistar y do- minar políticamente la Península, eran una minoría social en comparación con la mayo- ría de la población hispanorromana. Por ello, en los años siguientes los monarcas iniciaron un proceso de asimilación entre hispanorro- manos e hispanogodos.
Durante el reinado de Leovigildo (569- 586) se intentó controlar políticamente todo el territorio peninsular. Para ello, conquistó el reino suevo, redujo notablemente el territorio en poder de los bizantinos y sometió a los pueblos cántabros y vascones. Leovigildo promovió otras iniciativas importantes: funda- mentó el Estado en el derecho romano y buscó la integración entre hispanorromanos y visigodos, permitiendo los matrimonios mix- tos. La unidad religiosa se produjo bajo el reinado de su hijo Recaredo, quien se convir- tió al catolicismo en 589 junto a la mayoría de los nobles. Hasta entonces los visigodos eran arrianos. Con esta medida se logró el apoyo de la Iglesia católica, cada vez más poderosa y dueña de importantes propiedades.
El proceso de unificación de las dos pobla- ciones culminaría en el reinado de Reces- vinto (653-672), cuando se promulgó un único código judicial para todos los habitan- tes del reino: el “Liber Iudiciorum”. Hasta en- tonces existían dos códigos separados: el de Eurico (para los hispanogodos) y el de Ala- rico (para los hispanorromanos).
Los reyes visigodos detentaban la máxima autoridad del Estado, pero este poder era compartido con otras instituciones de go- bierno. La más importante fue el Aula Regia, que era una asamblea consultiva formada por los miembros de la aristocracia. La mo- narquía visigoda era en un principio electiva, es decir, los principales nobles elegían de en- tre ellos a cada nuevo rey. Esto supuso una gran inestabilidad política y dio a la nobleza una gran capacidad de intervenir en los asun- tos del Estado. Además, se crearon grupos o facciones que apoyaban a uno y otro candi- dato. Los nobles fueron adquiriendo así un gran poder, pues además eran dueños de grandes latifundios y acumularon cargos po- líticos que intentaban mantener siempre vin- culados a sus familias.
A partir de la unificación religiosa, se creó una institución muy destacada: los Concilios de Toledo. Los presidía el rey y participaban en ellos la Iglesia y la nobleza. Tras la con- versión de los reyes al catolicismo, con Re- caredo, los concilios adquirieron un gran peso político y asumieron funciones legislati- vas. De esta forma, la Iglesia se convirtió en un elemento fundamental en el apoyo de la monarquía, pues otorgaba su bendición a cada nuevo rey. Los obispos y abades tenían mucha influencia en las decisiones del go- bierno, ya que en estos concilios se entre- mezclaban las disposiciones de la Iglesia con las del Estado. Desde finales del siglo VII, la inestabilidad de la monarquía aumentó. Las luchas nobi- liarias por obtener la corona fueron continuas y debilitaron el poder real. En el contexto de uno de esos enfrentamientos se produjo la in- vasión musulmana de la Península y el final de la monarquía visigoda. Su último rey: Ro- drigo, fue derrotado en la batalla de Guada- lete en el año 711.